miércoles, 26 de noviembre de 2014

"Intitulada"

Un tronco devenido obra de arte, y luego, veinte años más tarde, elevado a la categoría de monumento histórico. Un tronco durmiendo la siesta en un banco de la plaza disputándole protagonismo a las estatuas de los próceres de mayo, y sin embargo, nada de esto resulta extraño en Resistencia, Chaco, una ciudad en la que todos y cualquiera, tienen algo que decir sobre el arte.- Serán el efecto de la Bienal Internacional de Escultura, el evento más importante en la agenda - no digamos artística, sino social - de los chaqueños; una fiesta popular que reúne a una veintena de artistas de todo el mundo, y a otros miles de curiosos que siguen de cerca su trabajo durante los siete días que dura el certamen.



La historia

Era julio de 1991, y entre los artistas que llegaban para el concurso de esculturas se encontraba el chileno-israelí Daniel Peralta. Su presencia, o mejor dicho su ausencia, llamó la atención. A diferencia de sus colegas, que trabajaron a destajo tratando de darle forma a la madera.

Peralta, salió a recorrer los bares, a conocer gente, a comer asados. Su actitud, y el pedazo de árbol intacto en su stand de la plaza 25 de mayo, generaron las más diversas especulaciones hasta pocas horas antes de que suene la campana, cuando el artista desarmó un banco, le hizo dos cortes sutiles al tronco y volvió a ensamblar el asiento con el poste atravesado. ¿Una escultura? ¿Una intervención? ¿una instalación? ¡Un machetazo a la lógica!, para ser exactos dos, que dejaron a todos absortos y al artista fuera del reglamento y de la competencia. Terminado el concurso, tronco y banco fueron retirados de la plaza.

La obra se perdió de vista, pero su recuerdo siguió vivo en las conversaciones y en una serie de cartas de lectores que cada tanto exigían su presencia. Seis años más tarde, atentos a los reclamos, los directivos de Fundación Urunday, que organizan las bienales y detentan el manejo de las esculturas, devolvieron la pieza a su lugar, en medio de un acto de desagravio que fue tapa de todos los diarios.

El 12 de julio pasado, a veinte años de su creación, el tronco volvió a ser noticia. Un grupo de ciudadanos celebró el aniversario como gesto de reivindicación. Con el humor que requieren las cosas serias, el periodista Marcelo Tissembaun, maestro de ceremonias, leyó las glosas que reconocían a la obra como símbolo de la ciudad, es decir, de la relación de los habitantes con el espacio público, de su compromiso con el arte urbano y su relevancia estratégica a la hora de pensar la identidad colectiva.

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