miércoles, 26 de noviembre de 2014

El Perro Fernando

Era un perrito blanco, chico, que en 1951 entró al bar “Los Bancos”, frente a la plaza y se acercó a Fernando Ortiz, cantor de una orquesta, a quien luego siguió hasta el hotel Colón, donde vivía. Amaneció bajo su cama. El perro pasó a dormir detrás del piano donde tocaba y no se separaba de él. En una reunión de artistas se sentó junto a Ortiz y entonces los músicos y mozos le pusieron su nombre, “Fernando”.

Le gustaban los picantes y el azúcar. En la amistad era como los humanos. Tenía amigos en todos lados, pero los elegía. Desayunaba café con leche y medialunas con el gerente del Banco Nación. Comía en “El Madrileño”, junto al Sorocabana. La siesta la hacía en casa del doctor Reggiardo o en el Club Progreso. Por la noche recorría lugares y se acercaba allía donde hubiera música.  Visitaba el atelier de un gran pintor, René Brusseau o el del escultor Víctor Marchese, autor de la figura colocada sobre su tumba, en la puerta del Fogón de los Arrieros, lugar que visitaba asiduamente. También asistía a las actuaciones del Coro Polifónico, dirigido por Yolanda Perenno de Elizondo, entrando por el acceso de los artistas. En cada campaña de vacunación tenía la chapa número 1.

Era un perro bohemio, blanco y con miles de anécdotas. Murió el 28 de mayo de 1963. Fue sepultado el día siguiente a las 19 horas, en una ceremonia que muchos humanos envidiarían

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